Cuando empecé a cantar tangos me enamoré de esas letras de mujeres como Sofía Bozán, Rosita Quiroga, Azucena Maizani, Nelly Omar y tantas más. Elegía esos tangos pícaros o dramáticos que podía cantar en primera persona. Pero recorriendo las peñas de cantores de Buenos Aires me fasciné con muchos tangos de Gardel y otros tantos cantados por hombres, pero sentía que no me resultaría fácil cantar desde el lugar de otro. Y allí recordé los viejos cuplés de Sarita Montiel que se escuchaban en mi infancia. Ella contaba una historia personal, generalmente dramática como El Relicario y luego decía algo como “en su delirio me dijo así” o “nena, me decía ciego de pasión” y aparecía el estribillo cantando lo que él en primera persona le había dicho.
Entonces se me ocurrió imaginar las escenas previas que podían enmarcar cada tango y contarlas antes de asumir con mi propia voz un tango de varón.
En algunos tangos mis sueños terminarían como textos para leerlos aquí y escuchar a los mejores cantores. En otros, conté esas historias con mi propia voz, y hoy están en Spotify.
Así nació Alucinando Tangos...
Gardel: el mito, el hombre, el artista, el innovador
Por Sonia Abadi
Padre desconocido, origen incierto, cambio de nombre, años de juventud en los que se pierde su rastro, vida amorosa reservada y ambigua, ausencia de hijos, muerte trágica, los ingredientes del mito están presentes.
Y el perfil del hombre lleva también los trazos de su historia: el contrapunto entre arraigo y desarraigo. Por un lado la devoción del hijo único hacia la madre sola, los códigos de lealtad con la barra de hombres. Por el otro el bohemio, cuyo bien más preciado es la libertad. Carlitos viaja, seduce, ríe, juega, gana y pierde con el mismo desapego.
Pero es también el profesional responsable que ensaya varias horas por día, hace dieta y practica deportes para mantenerse en línea. Pasión y disciplina, que son la marca del gran artista.
Intuitivo genial, que toca y compone “de oído”, es la voz del porteño, pero a la vez de un sentir existencial más allá de las fronteras. Intérprete de su realidad, que pone en palabras, en gestos, en actitudes, lo que otros oscuramente sienten, padecen o sueñan.
Su talento inmenso, su encanto personal y sus condiciones de líder hacen de él un innovador. Inspirado e inspirador, es a la vez hijo y padre de su gente. Tejedor de redes que enhebra los espacios y los tiempos: lo íntimo con el barrio y el mundo, el pasado con el presente y el futuro.
Carlos Gardel y el tango se engendran uno al otro. Son a la vez espejos de su mundo y agentes de su transformación, operando sobre los valores, los modelos de identificación, los códigos y el lenguaje de los argentinos.
Silbando, el momento de relax de los viejos tiempos...
El hombre llegaba su casa al atardecer, se sacaba la ropa de trabajo, uniforme el guarda de tranvía o el policía, overol el obrero, saco y corbata el oficinista. Se quedaba en camiseta musculosa y pantalón pijama, a rayas o a lunares. Así “empilchado”, disfrutando de su momento, salía a la vereda a fumar y silbar. A la “patrona” no le gustaba el olor a cigarrillo dentro de la casa y a él le gustaba silbar afuera como un pájaro en libertad, fuera del yugo. También compartir esa libertad con los otros hombres del barrio, un poco jugando y provocando al mostrar la destreza de su silbido, los gorjeos, los fraseos largos y sostenidos. El repertorio? tangos sin duda.Modesto orgullo, identidad de cada uno y complicidad de todos. En las ventanas con malvones silbaban los canarios en sus jaulas. Y aunque hoy nos resulte inadecuado, en aquellos tiempos hasta los piropos se silbaban.
Las mujeres no silbaban, esa era una destreza de machos. pero ellas cantaban mientras hacían las tareas de la casa, a veces “a capella” y otras acompañando a los cantores y cantoras de esa radio casi siempre encendida.
Silbando
Música de Sebastián Piana y Cátulo Castillo
Letra de José González Castillo
1925
Una calle en Barracas al sur
Una noche de verano
Cuando el cielo es más azul
Y más dulzón el canto del barco italiano
Con su luz mortecina, un farol
En las sombras parpadea
Y en un zaguán está un galán
Hablando con su amor.
Y desde el fondo del dock
Gimiendo en lánguido lamento
El eco trae un acento
De un monótono acordeón.
Y cruza el cielo un aullido
De algún perro vagabundo
Y un reo meditabundo
va silbando esta canción.
Una calle, un farol, ella y él
Y llegando sigilosa
La sombra del hombre aquel
A quien infiel dejó una vez la ingrata moza
Un gemido y un grito mortal
y brillando entre las sombras
El relumbrón con que un facón
Da su tajo fatal.
Y desde el fondo del dock
Gimiendo en lánguido lamento
El eco trae un acento
De un monótono acordeón.
Y cruza el cielo un aullido
De algún perro vagabundo
Y un reo meditabundo
va silbando esta canción.
Viejo Smoking
Muchos pasaron de la gloria del cabaret a la miseria del cuarto de pensión. De ser el mimado de las mujeres a la soledad y el desamparo. De un presente glorioso a la tristeza de vivir en el pasado.
Así lo muestra otro personaje. Con la respiración agitada por el pucho y el paso vacilante por el alcohol…subió los cuatro escalones que lo separaban de la pieza. Pateó la puerta que ya ni cerradura tenía…para qué! Encendió el primus, puso a calentar la pavita abollada y se cebó el primer mate. Sentado en el elástico pelado de la catrera, miró al ropero entreabierto y lo vio colgado…negro y solitario. Lo descolgó de la percha y lo miró: la camisa ajada, el moñito mustio. Se miró en el espejo manchado y dijo así:
Viejo Smoking
Letra de Celedonio Esteban Flores
Música de Guillermo Barbieri
1930
Campaneá como el cotorro
va quedando despoblado
todo el lujo es la catrera
compadreando sin colchón
y mirá este pobre mozo
como ha perdido el estado
amargado, pobre y flaco
como perro de botón.
Poco a poco todo ha ido
de cabeza pa’l empeño
se dio juego de pileta
y hubo que echarse a nadar
sólo vos te vas salvando
porque pa’mí sos un sueño
del que quiera Dios que nunca
me vengan a despertar.
Viejo smoking de los tiempos
en que yo también tallaba
cuánta papusa garaba
en tu solapa lloró,
solapa que por su brillo
parecía que encandilaba
y que donde iba sentaba
mi fama de gigoló.
Yo no siento la tristeza
de saberme derrotado
y no me amarga el recuerdo
de mi pasado esplendor
no me arrepiento del vento
ni los años que he tirado
pero lloro al verme solo
sin amigos, sin amor.
Sin una mano que venga
a llevarme una parada
sin una mujer que alegre
el resto de mi vivir,
vas a ver que un día de éstos
te voy a poner de almohada
y tirao en la catrera
me voy a dejar morir.
Viejo smoking, cuántas veces
la milonguera más papa
el brillo de tu solapa
de estuque y carmín manchó.
Y en mis desplantes de guapo
cuántos llantos te mojaron
cuántos taitas envidiaron
mi fama de gigoló.
Mano a Mano (con réplica)
Otra vez Celedonio, esta vez con la música de Gardel y Razzano, y un clásico que pasó a la historia como la nostalgia de un hombre abandonado por la mujer que tanto amó.
Pero, la suerte, que es grela, hizo que en los años cincuenta este tango cayera en manos de Humberto Correa, un uruguayo que junto con Donato Raciatti llegaron a la conclusión de que no se trataba de una historia de amor sino del lamento de un cafiolo que había perdido su fuente de ingresos. Y le escribieron la réplica de la mujer.
Mano a Mano (con réplica)
Letra de Esteban C. Flores y Donato Racciatti
Música de Carlos Gardel y J. Razzano
El
Rechiflao en mi tristeza hoy te evoco y veo que has sido,
en mi pobre vida paria sólo una buena mujer.
Tu presencia de bacana puso calor en mi nido;
fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido,
como no quisiste a nadie como no podrás querer.
Ella
Yo no sé por qué estás triste y evocás lo que ante'sido,
Con el filo de engrupirme que era una buena mujer.
Si aburrida de tu trato decidí dejar el nido,
porque me tenías cansada con tu beguén de engrupido;
y decís que te he querido como no llegué a querer.
El
Se dió el juego de remanye cuando vos pobre percanta,
gambeteabas la pobreza en la casa de pensión.
Hoy sos toda una bacana la vida te ríe y canta,
los morlacos del otario los tirás a la marchanta;
como juega el gato maula con el mísero ratón.
Ella
Se dio el juego de remanye que hoy batís como reproche,
mientras pa' ponerte al día fui a parar a una pensión;
y vos la pasabas curda de la mañana a la noche,
patinándote mi vento en taxímetro o en coche,
dándote aires de guapito prepotente y compadrón.
El
Hoy tenés el mate lleno de infelices ilusiones;
te engrupieron los otarios, las amigas, el gavión;
la milonga entre magnates con sus locas tentaciones,
donde triunfan y claudican milongueras pretensiones,
se te ha entrado muy adentro en el pobre corazón.
Ella
Hoy decís que tengo el mate de ilusiones rebosante;
que me engupieron los giles mis amigos y el bacán;
pero hablás de esa manera porque te he dado el espiante.
Lo que pasa, mis amigos, que no soy aquella de antes;
y amarroco los azules pa' que no me falte el pan.
El
Nada debo agradecerte mano a mano hemos quedado;
no me importa lo que has hecho, lo que hacés, ni lo que harás.
Los favores recibidos creo habértelos pagado;
y si alguna deuda chica sin querer se me ha olvidado,
en la cuenta de ese otario que tenés se la cargás.
Ella
Nada debo agradecerte, decís, mal agradecido,
que has quedado mano a mano con lo que te he dado yo;
pero no pienso cobrarte porque quedarías fundido;
es mejor de que tus deudas las encierre en el olvido,
porque si no pagarías todo lo que hice por vos.
Duelo Criollo…
El duelo criollo es un ritual en el que un hombre desafía a otro a pelear con cuchillo. ¿La razón? aparentemente una mujer, quizá una deuda de juego o diferencias políticas. En realidad por puro orgullo y demostración de valor.
En el baile o en la pulpería entra el hombre con el poncho colgado a sus espaldas, arrastrándolo levemente por el piso. Esa es la señal de la provocación. Y otro toma el desafío y le pisa el poncho. El tirón hace que se dé vuelta molesto clavandole los ojos al ofensor. Así salen y comienza la pelea, con el poncho enrollado en el brazo y el facón en la otra mano.
La primera intención es dejar la marca, el feite, la cicatriz en la cara del otro. Si la ofensa es más grave el facón apunta a las tripas.
En el rito más salvaje se ataban la pierna derecha de cada uno con un poncho para pelear a muerte. Allí no había retroceso posible y la pelea terminaba cuando uno de ellos caía, herido de muerte. Y muchas veces morían los dos.
Así lo cuenta el tango:
“y un farol en duelo criollo vio, bajo su débil luz, morir los dos”.
Duelo Criollo
Letra de Lito Bayardo
Musica de Juan Razzano
1928
Mientras la luna serena
baña con su luz de plata
como un sollozo de pena
se oye cantar su canción.
La canción dulce y sentida
que todo el barrio escuchaba
cuando el silencio reinaba
en el viejo caserón.
Cuentan que fue la piba de arrabal
la flor del barrio aquel
que amaba un payador
sólo para ella cantó el amor
al pie de su ventanal.
Pero otro amor por aquella mujer
nació en el corazón del taura más mentao
y un farol en duelo criollo vio
bajo su débil luz morir los dos.
Por eso gimen las noches
de tan silenciosa calma
esa canción que es el broche
de aquel amor que pasó.
De pena la linda piba
abrió bien anchas sus alas
con su virtud y sus galas
hasta el cielo se voló.
Cuentan que fue la piba de arrabal...
Compadrón...
Cuenta Andrés Carretero en su libro sobre los compadritos que el compadre era el cafiolo, el rufián, que se mostraba siempre bien vestido y arreglado de punta en blanco para exhibir la prosperidad de su negocio.
Compadrito será entonces aquel muchacho de arrabal, obrero u operario, laburante al fin, que una vez por semana se empilcha imitando al compadre, para tener el aspecto floreciente del que no necesita ganarse la vida.
Se destaca por su aspecto y por su destreza en el baile. Pero también por un modo de vivir que rescata la alegría, la fiesta, el desapego por el dinero, la audacia y la amistad como valores principales. Ser compadrito es un modo de rebelarse contra la rutina, el esfuerzo y la mediocridad.
Era tal el prestigio del compadre que habían también imitadores del imitador. Allí aparecen también los que imitan del compadrito sólo el modo de vestirse o caminar. Ni cafiolos ni obreros, apenas empleados bancarios o municipales, muchachos de perfil discreto que los sábados por la noche se inventaban el personaje del compadrito para impresionar a las chicas cuando salían a la milonga. Alguien dio en llamarlos “compadritos a la violeta” y don Enrique Cadícamo les dedicó este tango.
Compadrón
Letra de Enrique Cadícamo
Musica de Luis N.Visca
1927
Compadrito a la violeta,
si te viera Juan Malevo
qué calor te haría pasar...
No tenés siquiera un cacho
de ese barro chapaleado
por los mozos del lugar.
El escudo de los guapos
no te cuenta entre los suyos
por razones de valer.
Tus ribetes de compadre
te engrupieron, no lo dudes...
Ya sabrás por qué!
Compadrón,
prontuariado de vivillo
entre los amigotes que te siguen,
sos pa' mí, aunque te duela,
compadre sin escuela, retazo de bacán.
Compadrón, cuando quedes viejo y solo
Compadrón, y remanyes tu retrato
notarás que nada has hecho...
Tu berretín deshecho
verás desmoronar.
En la timba de la vida,
sos un punto sin arrastre
sobre el naipe salidor,
y en la cancha de este mundo
sos un débil pal biabazo,
el chamuyo y el amor.
Aunque busques en tu verba
pintorescas contraflores
pa' munirte de cachet,
yo me digo a la sordina
Dios te ayude, compadrito
de papel maché.
Atenti, Pebeta…
Ah...los poetas. Qué haríamos las mujeres sin los poetas. Y qué harían los poetas sin las mujeres! Y más aún los poetas tangueros.
Cuentan que en árabe existen más de cien palabras para nombrar a un camello. Esto es porque en cada idioma aquellas cosas que representan el núcleo de la vida cotidiana, y el centro del universo emocional de un pueblo, se caracterizan por tener múltiples sinónimos. Ya no se trata de agregarle cualidades o adjetivos, sino que habrá una nueva palabra según las características del camello, pero más aún según su comportamiento, o hasta su temperamento. Lo mismo sucede con el idioma ruso que tiene casi cien palabras para nombrar a la nieve. Y cuentan que en guaraní hay muy diversas palabras para nombrar al color verde.
Como todos sabemos, en buen porteño existen más de cien palabras para nombrar a la mujer, según su aspecto, su edad, su clase, pero muy especialmente según su comportamiento hacia el hombre: mina, naifa, papusa, percanta, grela, pebeta...y tantos más.
Y ellos nos cantan, nos halagan, nos lloran, nos abandonan, nos extrañan y nos advierten de los peligros de la vida ...
De Celedonio Flores, uno de nuestro grandes poetas...
Atenti Pebeta
Letra de Celedonio Esteban Flores
Musica de Ciriaco Ortiz
1929
Cuando estés en la vereda y te fiche un bacanazo,
vos hacete la chitrula y no te le deschavés;
que no manye que estás lista al primer tiro de lazo
y que por un par de leones bien planchados te perdés.
Cuando vengas para el centro, camina mirando el suelo,
arrastrando los fanguyos y arrimada a la pared,
como si ya no tuvieras ilusiones ni consuelo,
que, si no, dicen los giles, que te han echao a perder.
Si ves unos guantes patito, rajales!
A un par de polainas, rajales también!
A esos sobretodos con catorce ojales
no les des bolilla, porque te perdés;
a esos bigotitos de catorce líneas
que en vez de bigotes son un espinel...
Atenti, pebeta! Seguí mi consejo;
yo soy zorro viejo y te quiero bien.
Abajate la pollera por donde nace el tobillo,
dejate crecer el pelo y un buen rodete lucí.
Comprate un corsé de fierro con remaches y tornillos
y dale el olivo al polvo, a la crema y al carmín.
Toma leche con vainillas o chocolate con churros,
aunque estés en el momento propiamente del vermut.
Después comprate un bufoso y, cachando al primer turro,
por amores contrariados le hacés perder la salud.
Si ves unos guantes patito, rajales...
Corazoncito de oro
​
Cuenta Néstor Pinsón que Rosita Quiroga fue la primera cantora, heredera directa de los primitivos payadores. El suyo es un caso único en la historia de la mujer en el tango. Ninguna se expresó como ella, cantaba con la misma cadencia y el mismo "dejo" con el que hablaba, fue el prototipo femenino, irrepetible, de lo arrabalero.
Interpretaba naturalmente, como le salía, y pulsaba la guitarra por tonos, tal como le enseñara Juan de Dios Filiberto, su vecino en el barrio de la Boca. Hablaba intercalando palabras lunfardas y vulgares, con un ritmo canyengue, tal como lo habría escuchado de los hombres de su casa, laburantes del puerto y carreros. Lo hacía ceceando y su voz no era potente pero generaba un clima intimista como si cantara para sí misma.
Este estilo la acompañó hasta su muerte a pesar de que ya había superado la pobreza y tenía una posición económica muy acomodada. El periodista Jorge Göttling la llamó "La Piaf del arrabal porteño". Apareció en el momento preciso y fue distinta a todas. El éxito le llegó rápidamente, fue hija dilecta de la compañía Victor a la cual le fue fiel en toda su carrera.
Y por muchos años el poeta Celedonio Flores escribió solamente para ella.
Rosita Quiroga es la más genuina representante del tango arrabalero, hoy una leyenda de la más rancia estirpe porteña, para muchos la más grande, y que es venerada por todos los que amamos este paradigma genial llamado tango
Quiero rescatar un tango que ella grabó en el 24 y no ha sido cantado por ninguna otra. Aunque tuve el atrevimiento (el tupé hubiera dicho Rosita) de grabarlo y cantarlo en varios recitales.
​
Corazoncito de Oro
Edgardo Donato, Celedonio Flores
1924
​
No quiero un señor que tenga un stud
Con monta oficial ni haras
Ni quiero vivir en un gran hotel
Con muebles y alfombras caras
No quiero fingir ni quiero mentir
Ni quiero que se me engañe
Yo quiero un amor sincero y leal
Que sea constante y fiel de verdad
Quiero el cariño de un hombre
Que sirva para adorarme
Y que sepa demostrarme
Cual es el bien y es el mal
Vivir en un cotorrito lleno de luz y alegría
Y que tenga un jardincito
Lleno de luz de arrabal
Amor, amor donde tendré que buscarte
Dime que espero encontrarte para mi sed apagar
Amor, amor donde escondes tu tesoro
Mi corazoncito de oro
No lo ha podido encontrar
Mañana zarpa un barco
​
Por decreto oficial firmado por el Presidente Agustín P. Justo, fechado en Buenos el 18 de agosto de 1937, la Virgen María, bajo la advocación de Stella Maris(Estrella del Mar), ha sido declarada Patrona de la Armada Argentina.
Stella Maris, Estrella del mar, el nombre con el que desde hace siglos la gente de mar se dirige a la Virgen María, en cuya protección siempre ha confiado. Stella Maris fue el nombre que eligió para ella su abuelo genovés, inmigrante que vive con la familia en el barrio de la Boca. Stella Maris, la que acompaña y guía, y la que calma las tempestades. Pero ella es sólo una chica del puerto de Buenos Aires, que pasa sus noches en un bodegón de mala muerte, acompañando a los marineros, acunándolos al son de un asmático bandoneón. También calmando otra clase de tempestades. Pero, cuidado con encariñarse, porque ellos siempre están de regreso, de paso o se están yendo. Sus destinos se cruzan por un par de noches y la marea los vuelve a separar, ellos se van, ellas son las chicas del adiós.
Así le canta esa noche a Stella Maris su último cliente mientras se aleja, quizá para siempre.
¿Ella está llorando? Quizá sólo sea la ilusión del marinero que quiere imaginar sus lágrimas para sentirse menos solo.
Mañana zarpa un barco.
Letra de Homero Manzi
Música de Lucio Demare
1942
Riberas que no cambian tocamos al anclar.
Cien puertos nos regalan la música del mar.
Muchachas de ojos tristes nos vienen a esperar
y el gusto de las copas parece siempre igual. (up)
Tan sólo- aquí en tu puerto se alegra el corazón,
Riachuelo donde sangra la voz del bandoneón.
Bailemos hasta el eco del último compás;
mañana zarpa un barco, tal vez no vuelva más....
¡Qué bien se baila sobre la tierra firme!
Mañana al alba tendremos que zarpar.
La noche es larga, no quiero que estés triste...
Muchacha, vamos; no sé por qué llorás...
Diré tu nombre cuando me encuentre lejos.
Tendré un recuerdo para contarle al mar.
La noche es larga, no quiero que estés triste...
Muchacha, vamos; no sé por qué llorás...
Dos meses en un barco viajó mi corazón,
dos meses añorando la voz del bandoneón.
El tango es puerto amigo donde ancla la ilusión,
al ritmo de su danza se hamaca la emoción.
De noche, con la luna soñando sobre el mar,
el ritmo de las- olas me miente su compás.
Bailemos este tango, no quiero recordar;
mañana zarpa un barco, tal vez no vuelva más...
Origen del tango, destino de la mujer (Fragmento de un guión)
Por Sonia Abadi.
Hombres de campo que llegan a las orillas de la ciudad, inmigrantes sin familia que recalan en el puerto, hombres solos en busca del bien más preciado: la mujer.
Y el burdel como mágica vidriera en donde ellas se exhiben. Mujeres del interior del país o nacidas en el mismo arrabal, campesinas polacas traídas con engañosas promesas de matrimonio y rameras francesas más o menos experimentadas. Morenas las italianas y españolas, pálidas y rubias las rusas y alemanas.
Club de hombres antes que nada, lugar de encuentro de los varones porteños, en la salita se bebe, se conversa, se cierran negocios honestos o turbios y se pactan acuerdos políticos. Allí se alquilan o se compran las mujeres trofeo para lucirse ante los otros hombres.
Y entre la tertulia y los cuartos sórdidos de los lupanares o los cuartos lujosos de las “casas francesas”, el esparcimiento del baile, al son del violín o el bandoneón.
El tango es obligatorio para las mujeres del burdel, que lo practican entre ellas para iniciar a las nuevas pupilas. En las horas de la mañana, entre el lavado del cabello y el arreglo de la ropa, ellas se abrazan y bailan. Momento de placer e intimidad, gracia y ternura, libres del dominio del hombre.
La destreza en el baile es poder y prestigio, ya que la buena bailarina es elegida por los clientes y accede a ser la pareja del rufián más poderoso. En ese caso ella pelea por la posesión exclusiva de su hombre, confiada en el puñal que lleva siempre, escondido en la liga.
Para la sociedad de la época, ese baile maldito nacido en la clandestinidad, está prohibido. Pero las jóvenes sin derecho a la experiencia, sueñan con el tango, amante malevo y tierno que les hará conocer emociones fuertes.
Cuestiones de género (Fragmento de un guión)
Por Sonia Abadi
En el mundo de las mujeres hablar de género no es nada nuevo, ni siquiera un invento de las feministas. Ya en los inicios del tango se hablaba de género: de hilo, de algodón... o de un generito para hacerse una pollera o una blusa. En los comienzos del siglo XX, el mundo de las mujeres era un pañuelo, y en muchos casos aún lo sigue siendo. Del velo de novia al trapo de piso, de vestir a las muñecas a cambiar pañales, ... o la opción de la soltería: quedarse para vestir santos.
La historia de las mujeres transcurría entre telas, o peor aún, entretelones. Aunque algunas lograron destacarse llegando al telón de un escenario y otras consiguiendo la “tela” contante y sonante que les ofrecía algún señor.
Y en las letras de tango, las telas tienen su propia moral. Del vestidito de percal a la estola de lamé hay un abismo de perdición. Como es bien sabido las telas que brillan, al igual que las alhajas, siempre despiertan sospechas acerca del comportamiento de las mujeres que las llevan.
Nos hallamos en los comienzos del tango, en esos años veinte en que las oficialas del taller, trabajadoras y sencillas, cosían la ropa de las elegantes y las locas. Por su parte, las chicas decentes preparaban el ajuar: de encaje, de raso y broderie,... o de seda con rositas rococó. Aunque en ese caso, como lo cuenta un célebre tango, ya deja de ser la buena de Margarita y ahora la llaman Margot.
Tiranía del género. Coser, bordar, tejer, la tela representa la constancia y la paciencia. Total, del futuro poco se podía esperar: el taller de costura, el burdel o el cabaret, la resignación o la deshonra, todas formas de la derrota.
Aunque para la misma época y en la civilizada Europa, la pobre Isadora, tan rebelde y desprejuiciada, igual terminó estrangulada por su propio echarpe.